Gestionar la frustración

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27 / 10 / 2011  |  Roberto Fuentes | A aro pasado
Una noche de verano el amor platónico de mi vida me cogió la mano derecha a las puertas de la discoteca Xairo en Campoamor y me susurró al oído: “Vente al baño”. Asustado, pensé que no estaría a su altura y me fui con otra. Esa es la historia de mi vida. Se llamaba Macarena. Cosecha del 83, tenía el pelo más negro y más liso del colegio. Todo le sentaba bien a su delgadez extrema. Absolutamente todo, incluso su voz demasiado varonil.

Seguía a Macarena con la mirada en cada recreo. La veía ir y venir de sus clases, comerse su bocadillo y acariciarse el pelo. Macarena. Luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Nunca fuiste pecado mío. Ma-ca-re-na. Cuando pronuncio tu nombre, la lengua emprende un viaje de cuatro pasos para terminar en el paladar. Te adoré con el mismo fanatismo que los sevillanos a su virgen, que también lleva tu nombre: Macarena.

Yo que sólo he cantado el I wanna be adored para hacerle los coros a Ian Brown y a sus The Stone Roses. Reconozco que siempre iba detrás de ti cuando subías las escaleras para volver a clase de francés. De ti y de tu amiga Alicia, que siempre llevaba pantalones blancos y ropa interior negra. Nada hay más maravilloso que lo que no entendemos.

Me enteré de que te casaste, y ahora de que has tenido un niño. Enhorabuena. Yo, por mi parte, también me caso en junio. ¿Noche de San Juan? Sí. Exactamente, el 23 de junio de 2012. Te adelanto que no habrá ni vals ni sacerdote. Aunque no estás invitada, porque con el tiempo he aprendido a gestionar la frustración. Por eso y porque habremos intercambiado unas 100 palabras en nuestra vida.

El poco sueldo, aquella vez que mi jefe me echó de la redacción por tener prisa por ver el Madrí-Barsa, la incomprensible rotación de banquillo de Manolo Hussein, las calabazas, las promesas de un trabajo mejor y, por qué no decirlo, cuando te pregunto: “Cariño, ¿por qué no me das más sexo?”. A lo que tú respondes: “¿Y tú? ¿Por qué no me das más amor?”. 

La frustración, mezclado con grandes dosis de aburrimiento, constituyen el fondo de la vida. Pero gracias a la mezcla de ambas sensaciones se ha inventado el fútbol, el alcohol, la música y las novelas. O, en este caso, los artículos de opinión.  Aunque también es el caso de Enrique Rubio‘serrado’ certeramente por el ex delegado del CB Murcia Miguel Ángel Pérez. Aunque en el caso de Rubio se trata simplemente de falta de respeto.

Frustración, pura frustración, es lo que sintió el UCAM CB Murcia durante los primeros veinte minutos de partido ante Cajasol. Por eso James Augustine rompió de un manotazo una silla del banquillo. Las mismas razones que llevaron a Jordi Grimau a sostenerse la cabeza con ambas manos y preguntar al cielo del Palacio de los Deportes “¿Por qué no me entran? ¿Por qué?”.

 Es la frustración la que provoca que Luis Guil se ponga rojo y no deje de hacer su típico giro de muñeca para comprobar cuánto tiempo de partido queda en su reloj. O que Josep Franch guarde silencio en los tiempos muertos. O el pase a la grada de Andrés Miso en el último minuto. Pero lo más común es maltratar a la silla, cosa que también hizo Pedro Rivero. Situaciones que traducen ansiedad.

La ilusión derivada del ascenso por la vía rápida, el ambiente, los tiros que no entran, la sobreexigencia personal, la estrella que no rinde y la dificultad que entraña cada victoria en la Liga Endesa han cristalizado en una ausencia de amenaza de tiro exterior. Y sin amenaza desde la línea de 6,75 metros el equipo se vuelve previsible, depresivo, plano.

Francisco Umbral aseguró que “una mujer mediocre es como un libro malo: hacen dudar de la literatura entera, de lo femenino universal”. Por lo que, llevando el paralelismo al baloncesto, un tiro malo no debe hacer dudar al equipo de su calidad. Como jamás dudé que Macarena fuera una mujer mediocre. Aunque quizá sea la culpable de haber inspirado a Los del Río la peor canción de todos los tiempos. ¿O iba dedicada a la virgen?
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