Hace poco escribía en una crónica de un partido del Real Murcia que, cuando el técnico grana, Iñaki Alonso, hablaba de salvación conseguida y objetivo cumplido, no mentía. Pero que el vasco parecía no entender -y he aquí la raíz del descontento de la gente- que la afición que iba al campo no iba a ver salvarse al equipo, sino a ver fútbol. Tampoco al Barça de Guardiola, porque eso es imposible, pero sí un par de pases con sentido, un Murcia valiente, un equipo, en definitiva, que no jugara a encerrarse y al pelotazo ante conjuntos malísimos como el Guadalajara o el Nástic.

Y eso no lo ha conseguido. El objetivo de tratar de que sus aficionados, que este año, como siempre, han estado no de 'diez' sino de 'once', vieran algo de fútbol, sentir que tenían ganas de aplaudir a los jugadores, salir del campo orgullosos o volverse de un viaje con la satisfacción del deber cumplido. Eso no lo ha logrado. Más bien al contrario.

También dije hace tiempo que no estaba de acuerdo con los que equiparaban al equipo grana con el resto de los recién ascendidos y que ni se le podía tratar ni se le podía exigir lo mismo que al Guadalajara o al Sabadell. Porque para algo tiene que servir haber estado casi cien años batiéndote el cobre por toda clase de campos, desde el Pitín de San Javier, el Martínez Valero de Elche, el Camp Nou, el Municipal de Los Garres al mismísimo Santiago Bernabéu. O el presupuesto, O el estadio. O el respeto que el resto de equipos le tienen al Murcia no por Iñaki o por Richi, Óscar Sánchez o el 'Ruso' García, sino porque el Murcia es un titán de la categoría, un equipo al que siempre se le teme porque iba a ganar a cualquier campo, y muy a menudo lo conseguía, pero siempre lo intentaba. 

Alguien muy bien informado se jugó conmigo esta semana una comida a que Iñaki seguiría siendo la próxima temporada entrenador del Real Murcia. Entre otras razones, me dijo que el club no quería gastarse la pasta en echarle. Le acepté la 'boutade' porque creía, y creo, que no va a seguir a pesar de que le reconozco el mérito de haber devuelto al equipo a Segunda con brillantez, y que el Murcia, en algunos momentos de la primera vuelta, se pareció al equipo que debía ser, que siempre ha sido. 

También creo que los jugadores tienen más culpa de lo sucedido de lo que hasta ahora se ha dicho, que -a pesar de sus evidentes deméritos- nos hemos cebado, no sé si en exceso, con el técnico; y que el propio Iñaki está descontento con la actitud de más de un futbolista, aunque hasta ahora se ha callado por prudencia y por no enturbiar más las cosas. 

Y creo, por último, que rajará, y que lo hará con vehemencia, el día que se vaya. Y si pierdo la comida y se queda, sólo se van a quedar en el Murcia tres o cuatro futbolistas de la actual plantilla. Al tiempo.