Veía este lunes en Cuatro las imágenes de cómo a Carles Puyol le grapaban una herida en la frente sin ofrecer el menor gesto de dolor. Al capitán del Barça le faltaba tiempo para saltar de nuevo al terreno de juego para ayudar a su equipo. Me dio por pensar en el línea del Cartagena-Celta. No están hechos de la misma pasta, ¿verdad?

Varias consideraciones sobre ‘el incidente’. La primera de ellas es que el enemigo, en este caso, no es el árbitro: son los tipos de la grada que tiraron algo. Y no me refiero al que ‘acertó’ con el avioncito, bolita de papel albal, moneda de un céntimo o yunque marca ACME que impactó –presuntamente- en el árbitro asistente. No. Me refiero a los que tiraron las botellas, papeles y demás objetos en la primera parte, los que probaron suerte y fallaron, que fueron los que provocaron lo que vino después.

La segunda es que Pino Zamorano es un pésimo árbitro. No por lo que pasó el sábado, sino por otros tantos sábados en los que ha hecho cosas similares o peores. Él es malo y los que le permiten seguir pitando son peores. Pero también lo son los que lanzaron objetos y le dieron coartada para mandarlos a todos a los vestuarios. Esos son los responsables si al Cartagena le cierran el campo, le multan o recibe cualquier otro castigo. Incluso, si el equipo no logra ganar después de los 31 minutos que le quedan por jugar de ese partido, deberían sentirse responsables, porque el sábado, cuando todo ocurrió, el Cartagena estaba jugando realmente bien, y muy probablemente hubiera acabado metiendo el segundo. ¿Y se llaman a sí mismos cartageneristas?

La tercera. Pino y sus asistentes sabían que el partido era televisado. Sinceramente, si yo fuera el línea no me arriesgaría a fingir que he recibido un impacto si de verdad no lo he recibido. Y no lo haría porque me hubiera expuesto a que las 6, 10, 20 o 30 cámaras que están transmitiendo el encuentro me pillen. Finalmente la tele no lo captó, pero si lo hacen y lo cogen fingiendo, el bueno de David Escribano, que así es como se llama el asistente, vería como su carrera en el fútbol finaliza en ese mismo instante. Yo creo que algo le cayó. ¿Qué? Probablemente jamás se sabrá. Quizá fue el famoso avioncito y, en medio de un ambiente tan tenso, le entró miedo y se dejó caer pensando que era algo más contundente. Como los delanteros cuando notan que algo les roza en el área contraria.

La cuarta es: ¿A dónde miraba la UCO? UCO son las siglas de Unidad de Control Operativo. Es una sala en la que se controlan, mediante una serie de cámaras, los posibles actos violentos en las gradas. Desde el año 1996, la Liga obliga a que esté presente y operativa en todos los campos de Primera y Segunda División. El 30 de agosto de 2010, una nota de prensa del Ayuntamiento, propietario del campo, anunciaba su inminente instalación. El 1 de diciembre de ese año, el propio club, en su web oficial, informaba de que había recibido la visita de los técnicos de la Liga “para realizar un seguimiento de la puesta en marcha de los tornos de acceso y la UCO”. Desde entonces, ¿qué más se ha sabido de ella? Si está, ¿para qué sirve?

La quinta y última reflexión tiene que ver con el presidente y propietario del FC Cartagena, Paco Gómez. Cuando el equipo pierde, le falta tiempo para vociferar improperios y poner al club y a los jugadores a los pies de los caballos ante toda España. Ahora se esconde y le deja el marrón a Paco López. No ha salido ni para pedir perdón ni para condenar los actos violentos. El club tampoco ha hecho ningún comunicado oficial, aunque el director general, hay que decirlo, ha hablado para todos los que se lo han pedido. Un diez para López. Un cero para Gómez. Aunque eso ya no es noticia.