Mi hermano, el consejero

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17 / 01 / 2011  |  Jorge Cruz

Cuando nombraron a mi hermano consejero de Cultura, parte de mí cogió un pequeño disgusto, los que me conocen saben el motivo. Pero, como no podía ser de otra forma, prometí partirme la cara por él ante quien hiciera falta.

 

Es un entusiasta del cine. De adolescente quiso contribuir a dinamizar los cineclubs de la Región. Sólo tenía 18 años cuando se atrevió a dar una conferencia sobre Andrei Tarkovsky en el paraninfo de la Universidad (por enchufe, ya se sabe). Yo tenía once años y no me enteré de nada de lo que dijo. Cuando empezó la carrera quiso especializarse en Historia del Arte, como mis padres, y ser el número uno, pero no de Murcia, sino de España. Y así fue.

 

Con poco más de 20 años vio la oportunidad de escribir críticas de cine en un periódico (Diario 16) y no lo dudó. Tampoco se achicó ante el reto de saltar a las ondas y desempeñar la misma función en un programa de radio. Empeño y esfuerzo, siempre. Y cabeza, ¡menuda forma de pensar!

 

No paraba de querer estar en los mismos foros que aquellos 'dioses' de los que leía las últimas tendencias en Arte, Estética y, en general, Filosofía. Y por fin lo consiguió. Y esos mismos 'dioses' le escucharon hablar a él por todo el mundo y, por supuesto, aquí en Murcia.

 

Pero entonces pensó que por qué no convertir a Murcia en un centro de referencia de ese arte y filosofía; en definitiva, del pensamiento contemporáneo (algo tan molesto hoy día). Y, como cabezón es un rato, se puso manos a la obra. Y todo el mundo alucinaba con los nombres que venían a Murcia a participar en cursos y conferencias.

 

Le ofrecieron ser consejero, ya se sabe, por enchufe. Y aceptó. Pensó que era una gran oportunidad para hacer grandes cosas por la cultura de su Región. Y vinieron de fuera a decirnos la magnitud de lo que se estaba haciendo aquí, donde nadie quiso reconocerlo. Nadie es profeta en su tierra.

 

Durante más de tres años se ha dejado la piel ¿Por dinero? Puede ganar mucho más desempeñando su trabajo. Pero no asumía estar lejos de la Universidad, de las clases de Arte Contemporáneo en la Facultad de Bellas Artes. Se empeñó, como siempre, en compaginarlas y le robó tiempo al tiempo para tener unas horas de docencia no remunerada (lógicamente le está prohibido cobrar).

 

Para entonces dejarse la piel era poco y añadió el alma. Yo observaba con admiración y preocupación. Demasiadas críticas, demasiadas mentiras sobre él y mis padres. Estaba en el punto de mira. Demasiadas acusaciones falsas y el parentesco por aquí y el parentesco por allá. Eran tiempos raros, tiempos de crisis y seguí intentando partirme la cara por él allá donde hiciera falta, era mi hermano.

 

Pero la forma de definir mi actitud tenía una esencia figurada, una forma de hablar. El sábado sí que le partieron la cara a él, en el más real de los sentidos. Hacía días que lo seguían hasta su casa, lo insultaban. El sábado lo esperaron en el portal, con su hijo de dos años a punto de llegar (menos mal que no lo vio), le agarraron y le propinaron una brutal paliza con puño americano por medio. "Consejero de Cultura, sobrinísimo hijo de puta", le dijeron. Le han desfigurado y gracias que "sólo" ha sido eso. A mi hermano el consejero de Cultura; a mi hermano que cuando yo era pequeño dormía conmigo en las noches en las que tenía miedo; a mi hermano que me llevaba de la mano al colegio y me defendía si se metían conmigo; a mi hermano que me llevó por primera vez al fútbol. A mi hermano Pedro, a mi hermano mayor.

 

Cabrones. Esa es la estrategia política, el discurso y las ideas. Y yo, que siento a la Historia como a una segunda madre, siento asco, miro al pasado y me da miedo. Se ha cruzado una línea peligrosa. Y le ha tocado a mi hermano Pedro.

 

¡Viva la democracia! ¡Viva la libertad! ¡Viva, en definitiva, la vida!

 

TE QUIERO.

  • Salvaje agresión a Pedro Alberto Cruz, consejero de Cultura, Turismo y Deportes
1 Comentario
Anda que..
Fecha: 21 / 01 / 2012 a las 18:04
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