Siempre procuro escribir sobre el UCAM Murcia alejándome del forofismo ciego y, sobre todo, intentando aportar desde la crítica constructiva. Así lo hago hoy, y espero que así se entienda, aunque sea para decir a modo de resumen general que el equipo no me gustó nada en Zaragoza.
El CAI, alejado de la solera de otros tiempos, ganó ayer con lo justo. La salida de Murcia fue mala, con un parcial de 21-13 al término del primer cuarto, pero el resto del partido dio la sensación de que, a poco de que se cerrase mejor el rebote y con un mínimo acierto en ataque, se abriría hueco en el marcador. Esa sensación se acentuó en el tercer período, donde los dos conjuntos estuvieron romos de cara al caro, pero en el que el UCAM Murcia fue capaz hasta de obtener una esperanzadora mínima renta. Los maños lo fallaban todo y si se mantuvieron en el partido fue porque Rafael Hettsheimeir se merendó a sus pares. Ese tercer cuarto, en el que los equipos van tomando posiciones de cara al acto final, terminó 50-47. El gusto en boca era algo amargo, pero por primera vez esta temporada el equipo afrontaba un final de partido fuera de casa con opciones de ganarlo.
Pero nadie contaba, por lo menos yo no lo hacía, con un apagón tan fulminante en el cuarto donde se deciden las cosas. El último acto fue un “no quiero y no puedo”. La seña de identidad del equipo en lo que va de Liga Endesa, la defensa, hacía aguas y eso lo aprovechó, además del mencionado Hettsheimeir (MVP de la jornada para más inri), un hasta entonces discretito Carlos Cabezas, que mandó, templó y ejecutó. Josep Franch es un jugador de talento extraordinario, pero hay un apartado en el que tiene amplio margen de mejora, la defensa. El base malagueño le hizo un traje, para desesperación final del catalán, que acabó desquiciado y eliminado tras cometer dos faltas seguidas.
La aportación de Cabezas, el rebote ofensivo (el CAI no ha brillado en ese apartado en lo que va de competición precisamente) y el desacierto general del UCAM Murcia sentenciaron el partido, que encima acabó con rentas holgadas para el cuadro local. Una jornada más, los murcianos no daban la talla en cancha ajena.
En el apartado de destacados, poco que rascar esta jornada. El máximo anotador y el más valioso fue David Barlow, que visitaba la que fue su casa la temporada pasada. Junto a él un cada vez más entonado Pedro Rivero (hace falta su experiencia cuando llegan los “bajones” de Franch) y el de siempre, James Augustine. Fue el único pívot que dio la cara porque Sekulic estuvo en negativo y Robert Kurz no se parece en nada al jugador que brilló en Granada. Tal vez sea el momento de plantearse cosas con él. Después de siete jornadas su aportación es mínima y su fichaje venía avalado por lo contrario. Se puede tener un día desafortunado en ataque, pero se puede compensar dejándose la piel en defensa. El americano no ha aportado hasta el momento ni una cosa ni la otra, y eso es un lujo que no se puede permitir un equipo modesto y que tiene serios problemas para anotar.
Me esperaba mucho más del UCAM Murcia en Zaragoza, para qué negarlo. Pensé que la cancha era propicia y que, con el partido tan trabado, saldrían por fin las ansias de ganar, la garra, la mala leche, la testiculina que presuponemos a los jugadores que visten la camiseta universitaria. En el último cuarto no se vio nada de eso en la cancha. Mientras los maños mordían, los murcianos veían correr el tiempo.
El calendario no da descanso y el próximo domingo visitará Murcia el Valencia Basket. Me parece demasiado arriesgado vincular el objetivo de la permanencia a las victorias que se logren en el Palacio de Deportes y muy temerario viajar por las canchas de España ofreciendo una imagen de visitante facilón. Casi de madre en algunas fases.
No queda otra que seguir pidiendo trabajo y esfuerzo. El que nos imponemos aficionados y seguidores del UCAM Murcia desde la grada o en estas modestas colaboraciones en medios de comunicación. Y el que exigimos a los profesionales que nos representan en esta Liga.