Las llamas de Riazor

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04 / 11 / 2011  |  Juan de Dios Martínez | Alta definición
Cada vez que el Deportivo aparece en el horizonte del Murcia me viene a la memoria el fatídico episodio de Riazor. Mira que han pasado años, pero aquella espina se clavó tan adentro que no veo la manera de sacarla. Será por cómo nos trataron, será por las artimañanas de Lendoiro antes y durante el partido, o por las irregularidades que lo rodearon, las llamas vivas del estadio de Riazor con aquella gente huyendo despavorida… pero a los murcianos que estuvimos en La Coruña en aquella tarde de primavera la derrota se nos quedó grabada para toda la vida. Pesa el hecho de no haber tenido ocasión de revancha y que mientras un equipo despegaba y brillaba con el glamur de los Bebeto y Mauro Silva, se convertía en el ‘Superdepor’, el de aquí se encaminaba hacia los sustratos del balompié nacional y hacia la ruina. Fue mucho más que un partido, fue un índice de contenidos que iba a reescribir la historia de dos clubes emblemáticos. Porque aquella soleada tarde ambos intercambiaron sus caminos como peatones equivocados en un andén de tránsito y con nuevas identidades. Trayectorias en la que se advertía a un Murcia que viajaba en los Ochenta en los vagones de Primera, con alguna estación de Segunda y la de un Deportivo reducido a eterno aspirante. Sin embargo, a partir de aquel punto de inflexión los de Arsenio se lanzaron a toda máquina hacia la conquista de títulos y agasajos que los murcianos sólo podían ver por la tele, tan alejados del fútbol profesional. Durante una década eterna perdimos la oportunidad de saborear toda una generación de grandes jugadores.  De modo que más allá del ascenso que se fue al limbo, que nos arrebataron, recuerdo aquel partido como el inicio del despeñamiento de la entidad hacia un abismo fatal.

Si no conocen la historia, les recomiendo que lean el relato que escribí sobre aquel episodio en el libro ‘Real Murcia, comencemos por el final’, editado por la compañera Eva Franco. Se llama ‘La noche de las hormigoneras (la historia jamás contada)’ y en él transcribo todos los detalles de lo que ocurrió. En resumen: El Murcia llegó líder a la última jornada y necesitaba el empate para ascender; la noche antes del encuentro los jugadores apenas pudieron dormir porque varias hormigoneras no cesaron de hacer ruido en los aledaños del hotel; el partido comenzó más de media hora tarde por un incendio en la grada de Riazor; El otro rival, el Albacete, chanchulleaba con el Salamanca mientras tanto; El Murcia encajó dos goles en la segunda parte, perdió y se quedó sin ascenso directo. Luego también falló en la promoción contra el Zaragoza.

El conjunto murciano se enfrenta, pues, este lunes a uno de los clubes que conforman su historia negra. Un equipo que siempre ha pasado con más lamento que alegría por su lado y al que el destino guarda en algún rincón una venganza fría e intensa por los daños que le ha infringido. Después de aquel drama apenas se han visto, no en la misma tesitura, así que el equipo grana no ha tenido la oportunidad de ajustar cuentas. No será tampoco en este partido, ni en el de vuelta, porque están alejados del final del campeonato y por muy vinculantes que sean, no decidirán un ascenso.

Hace justo dos años que el Deportivo de La Coruña visitó por última vez Nueva Condomina. Fue en la Copa del Rey, con el Murcia en Segunda y ganaron por cero a uno con un gol de estrategia de Lopo. Alberto Cifuentes lo recuerda muy bien porque era el portero. Luego Albiol estrelló un balón en el larguero. En la vuelta no hubo goles, aunque los gallegos fallaron un penalti y Natalio también el golpeó el poste. José Miguel Campos fue despedido poco después por el funesto José González, que condujo al equipo derecho al descenso.

Sólo dos veces más se han enfrentado en los últimos 20 años, en la campaña 2007-2008, en Primera División y en un mítico duelo de Copa en 2003. El Murcia ganó por 4-3, pero el Depor hizo valer un solitario tanto de Aldo Duscher en la ida. Tristán marcó dos goles, pero luego Karanka, Juanma y Tito (de penalti), remontarían. Después Manuel Pablo heló la sangre de los aficionados con un gol desde 40 metros que pudo ser el de su vida y, aunque Albiol hizo el 4-3 ya no hubo tiempo de remontar.  

Fue uno de los partidos más emotivos de los que se recuerdan en la vieja Condomina y al final de la campaña el equipo volvería Primera después de 15 años. Todavía hay un superviviente de aquel partido en la plantilla: Miguel Albiol.

Aunque sea lunes (un día de fútbol de toda la vida), aunque Rajoy y Zapatero debatan en televisión a la misma hora, hay que acudir a Nueva Condomina porque el duelo está lleno de alicientes y debe servir para mantener vivo el recuerdo de aquella afrenta. Quizá el Murcia pueda saborear algún aperitivo de esa mariscada gallega que tanto tiempo anhela, apagar por fin las llamas de aquella hoguera de Riazor en la que crepitó el futuro del murcianismo. A lo mejor podríamos reunir unas cuantas hormigoneras, ahora que muchas están libres, para hacerles una visita en su hotel o escoltarles hasta Churra.
 
No va a ser fácil superarles, porque son un gran equipo. Su técnico nos conoce bien. José Luis Oltra fue jugador del Yeclano en Segunda B y años después Quique Pina le encomendó el Ciudad de Murcia. Dejó aquí una estela de profesionalidad y buen gusto y ahora trata de retornar a Primera a una entidad con muchos problemas. Los granas, por su parte, tratan de calmar la euforia después de ganar el derbi y sacarse otra enorme espina. A ver si le toman el gusto y sigue la racha. Por algo la llaman la Liga Adelante. Digo yo.
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